Las pinturas rupestres de Ojos Albos
Las pinturas ruprestres de Ojos Albos se engloban dentro del arte esquemático de la meseta y del Sistema Central aunque bien es cierto que se encuentran dentro de un marco tardío para este tipo esquemático. Arrancaría desde la Edad del Bronce final y llegaría a un horizonte Bajo Medieval.
Foto extraída de: http://galeon.com/iberiamagica4/
La situación exacta es en la margen izquierda del río Valdeláguila tomando como referencia su discurrir natural, a unos 25 metros de este arroyo ladera arriba. Las coordenadas geográficas son Lat. 40°41'40", Long. 0° 48'40". se encuentran en un pequeño abrigo que se abre en la roca orientado hacia el Noreste lo que hace que no le entre el Sol. Tiene en su interior una columna de la piedra que divide este abrigo.
Las dimensiones de este abrigo que alberga este originario conjunto de pinturas rupestres es de 8 metros de largo por 4,5 metros de profundidad.
Foto extraída de: http://galeon.com/iberiamagica4/
La gran variedad de tipos de antropomorfos que aparecen así como la composición de las pinturas de esta cueva hace pensar que existen diferentes etapas cronológicas en su elavoración. La primera etapa sería el final de la Edad de Bronce se plasma en representaciones esquemáticas puras.
La segunda fase con elementos tipológicos claros, se sitúa en la Edad de Hierro II de La Meseta (coincidente con La Têne I y II) y la tercera fase perteneciría a esta misma pero de época más tardía.
La cuarta fase pertenecería a un horizonte Bajomedieval, pero los elementos que la definen no aparecen de forma clara, lo que no se puede afirmar de manera rotunda, pero podría pertenecer al comienzo de este horizonte cultural
ANÁLISIS
1. Técnicas y fases cromáticas
La dificultad de fechar los abrigos pintados, es una constante en todos los estudios realizados, debido a la ausencia de yacimiento y arte mueble paralelizable en la base de los mismos. Peña Mingubela no
escapa a este problema, por lo que la fijación de una cronología tendrá que partir del estudio directo de las pinturas.
El color y su variación, es uno de los elementos con los que contamos para establecer una cronología relativa, que en Peña Mingubela se manifiesta en
cuatro variantes, ofreciendo así cuatro momentos pictóricos.
Las tonalidades se van oscureciendo progresivamente,
desde el rojo anaranjado hasta llegar al rojo
vinoso, quizás debido a la utilización progresiva de
una mayor proporción de óxido de hierro en la elaboración
de las tintas.
De lo estudiado en Peña Mingubela, referente a
la técnica del trazo, podemos deducir tres tipos diferentes:
en la 1.a y 2.a fases, el trazo es grueso, de tintas
planas y sin dejar vacíos de color importantes. En
la tercera fase, el trazo sigue siendo grueso así como la
tinta plana, pero las ausencias de color en el interior
de las figuras se hacen más abuandantes, adquiriendo
por sí mismas un sentido concreto dentro de la misma.
En la cuarta fase el trazo se hace muy fino no superando
en la mayoría de los casos los tres mm.
2. Evolución estilística
Un ejemplo claro de la larga perduración del esquematismo en sucesivos horizontes culturales, lo
constituye el presente abrigo.
La evolución del esquematismo en Peña Mingubela,
es significativa. En la primera fase, nos encontramos
con el esquema puro, semejante al de
cualquier abrigo del sur de Salamanca. En la segunda,
el esquematismo disminuye convirtiéndose en un
semiesquematismo. En la tercera, se vuelve al esquema,
pero no tan acentuado como en la primera.
En la cuarta, el esquema es total, pero con un sentido
distinto a los anteriores.
Es importante precisar, que si bien la mayoría de
las representaciones de la segunda fase, se puede decir que son semiesquemáticas, coexisten con elementos
esquemáticos típicos pertenecientes a esta misma
fase.
Otro factor a tener en cuenta, es la importancia
que se le da en esta segunda fase a la figura humana.
Los perfiles adquieren valor positivo así como los
adornos y aditamentos propios de cada individuo.
Todos estos elementos, que hacen de la segunda
fase un algo extraño dentro del mundo esquemático,
desaparecen en la fase tercera que, sin abandonar la
figura humana, vuelve a imponer el esquema como
fundamento de la representación artística.
En la fase cuarta, totalmente esquemática, no
aparece ningún elemento que distorsione esta concepción
del arte.
3. Paralelos en el arte esquemático
En cuanto a este apartado, encontramos una relación
estrecha de coincidencia entre las representaciones
de la primera fase, con el resto de los abrigos
que se encuentran en el entorno geográfico más o
menos próximo.
Las representaciones de la segunda fase, si bien
tienen elementos perfectamente paralelizados —figuras
de brazos en asa— éstas son las menos, siendo
la mayoría de ellas elementos ajenos al contexto general
del mundo esquemático. Esta segunda fase representa
un cambio profundo pero basado en las raíces
de la tradición, en el que se incorporan elementos
nuevos —formación de escenas de gran amplitud,
tratamiento cuidadoso de los pequeños detalles, ornamentos,
etc.—, que dan un sentido distinto a todo
el conjunto.
En la tercera fase nos encontramos con un caso similar
a la anterior, en lo que se refiere a la concepción
del conjunto y a la temática, pero que difiere sensiblemente
en cuanto a la técnica y al tratamiento de
las figuras, resurgiendo el esquematismo.
En la cuarta fase, muy posterior en el tiempo, el
esquematismo puro, raíz de los pueblos de la meseta,
resurge de nuevo. Paralelos con estos motivos encontramos
en abundantes abrigos, como las representaciones
del «Risco de los Altares» 5, en los que la similitud
técnica del trazo no va acompañado sin embargo,
con una similitud del color.
IV. CRONOLOGIA E INTERPRETACIÓN
a) Fase I
Esta fase, que consideramos la más antigua, sigue una tradición muy arraigada, con representaciones en el más puro estilo esquemático, por ello, dado el contexto arqueológico de la zona nos inclinamos a encuadrarlas dentro del Bronce final (6). Es problable que en este primer momento el abrigo cumpliera una función de refugio de pastores durante la época estival, dadas sus condiciones de inhabitalidad en invierno.
b) Fase II
La representación de hombres armados con espadas, cortas y de filos rectos, o apuntadas, o bien largas y masivas, nos sitúa ya de entrada en un momento histórico posterior a la Edad del Cobre.
La aparición de representaciones de espadas «falcatas» nos remite a un horizonte cultural del Hierro.
Siguiendo con el análisis de las armas, nos encontramos con espadas de antenas atrofiadas o de tipo Aguilar de Anguita —Alpanseque—, que nos conduce a fijar más concretamente las representaciones dentro del mundo cultural de Las Cogotas, castro
próximo geográficamente a estas pinturas.
Así pues, podemos afirmar que el conjunto de esta segunda fase pertenece a la cultura del Hierro II, de la Meseta, paralelizable con La Tène I-II, de Francia.
Ante esta conclusión y la temática desarrollada, se
revisaron por el autor las fuentes históricas (7). Se comenzó por estudiar los datos referentes a las campañas de Aníbal en la Meseta, dado que si en las pinturas
encontramos la huella de la cultura de Las Cogotas,
aquéllas no deben ser muy posteriores a la desaparición de la misma. En los textos encontramos la referencia
a una pseudoderrota del caudillo cartaginés entre Arbocala y el Tajo, provocada por el ataque masivo
de varios pueblos coaligados. Si tenemos en
cuenta que según supone don juán Cabré 8 Las Cogotas
fueron destruidas por Aníbal a finales del verano
del año 220 a. C , es decir, en la misma campaña que se desarrollaron los hechos antes referidos, es
de suponer que éstos se produjeran posteriormente a
dicha destrucción, pues, tal como relatan las fuentes,
el ejército de Aníbal no se rehízo hasta después de
atravesado el río Tajo.
Si admitimos efectivamente estos hechos y la posibilidad
de que la acción se desarrollara en el entorno
geográfico de Peña Mingubela, estableciendo una
relación de contemporaneidad histórica entre ambos,
podríamos inferir que las pinturas reflejan la interpretación
y descripción indígena de los hechos en
cuestión.
En esta segunda fase el abrigo pintado dejaría de
constituir propiamente un refugio de pastores para
convertirse en lugar de conmemoración de un suceso
histórico que afectó decisivamente la vida cotidiana
de un pueblo.
c) Fase III
La fijación de una cronología para esta fase se hace
complicada, debido a la ausencia de superposiciones.
Dado su grado de esquematismo, se podría
pensar que las representaciones son anteriores a las
descritas como pertenecientes a la segunda fase; sin
embargo, la situación espacial en que encontramos a
las mismas —paneles exteriores y lugares localizados
en el interior, pero no muy aptos para pintar— nos
induce a pensar que éstas son posteriores, pues sería
incomprensible que hubieran desperdiciado paneles
como el ocupado por el conjunto n.° 5, donde no
aparece ninguna representación correspondiente a esta
fase. Por otro lado, no creemos que la realización
de estas pinturas sea muy posterior en el tiempo a las
anteriores, situándolas en un momento de la prerromanización
de la meseta.
En este momento, el abrigo parece cumplir la
misma función que en la fase anterior, pero con la innovación
que supone la aparición de figuraciones de
orantes a modo de posibles exvotos.
d) Fase IV
La fijación de una cronología se hace imposible, dado el escaso número de representaciones de esta fase. Si nos atenemos a los paralelos y a lo que se ha
escrito sobre este tipo de representaciones, podremos
decir que pertenecen a un horizonte medieval, pero
esto lo hacemos con todas las reservas.
5 GRANDE DEL BRÍO, R. : Las Pinturas Rupestres del Risco de
los Altares. Salamanca, 1978, Zephyrvs, XXVHI-XXIX, págs. 235-
248.
6 ACOSTA, P.: La pintura rupestre esquemática en España.
Memoria del Seminario de Prehistoria y Arqueología. Univer. Salamanca,
1968.
7 SCHULTEN, A.: FontesHispaniae Antiquae, tom. III. Barreen
1935; págs. 23 y 241.
8 CABRÉ AGUILÕ, J.: Tipología del puñal de Las Cogotas.
Archivo Español de Arte y Arqueología. Madrid, 1931
Artículo extraído del profesor:
GONZÁLEZ-TABLAS SASTRE, F. J. (1980): “Las pinturas rupestres
de Peña Mingubela (Ávila)”. Zephyrvs XXX-XXXI: 43-62.
Salamanca.
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